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«Un amigo de esa naturaleza…»: recuerdos sobre Oscar por Hugo Tolentino Dipp

Entrevista: Luis Felipe Rodríguez.
Hugo Tolentino Dipp | Historiador

Luis Felipe Rodríguez: ¿Cuándo conoció usted a Oscar de la Renta?

Hugo Tolentino Dipp: A Oscar se puede decir que le conocí desde siempre.

Aunque él vivía con su familia en la zona colonial y yo vivía fuera de esa área, sin embargo, nos frecuentábamos a menudo puesto que no solo nuestras familias se conocían sino que aquella ciudad de Santo Domingo facilitaba el encuentro de los grupos de semejante situación social. La población no era tan numerosa y, por otra parte, los colegios no eran tantos y los lugares de reunión de la juventud eran, principalmente, los clubes sociales que existían.

Además, en el núcleo de amigos que más nos codeábamos estaban los Peña Defilló, es decir, Papo -ese gran pintor- y sus hermanas. Su padre, que lo fue Manuel Arturo Peña Batlle, poseía en las cercanías una construcción fabricada durante el período colonial y que llamábamos Cachimán, y allí íbamos muy a menudo los sábados o los domingos a pasarnos uno de esos días. ¿Qué edad teníamos entonces? 15, 16, 17 años, tanto las mujeres como los hombres.

En aquella ciudad tan limitada, sobre todo en las artes, Oscar frecuentaba, junto a Papo Peña Defilló, Manuel Altagracia Cáceres Troncoso (Memé) y otros, la pequeña escuela de pintura que dirigía George Hausdorf, un gran artista de origen judío que había salido huyendo del fascismo de Hitler y encontrado refugio en nuestro país. En su casa, situada en la zona colonial de Santo Domingo, ofrecía sus enseñanzas. Esos fueron los primeros pasos de Oscar en el arte. Algunas pinturas de él, de esa época, de la década del 1940-1950, revelan su capacidad como creador.

Oscar marchó a España a inicio de los años 50 del siglo pasado. Yo partí a Madrid en 1953 y allá continuamos la amistad. En España, Oscar, que también había asistido a la Escuela de Bellas Artes de Santo Domingo, al llegar a Madrid se inscribió en la Academia San Fernando, la institución de arte más prestigiosa de esa nación. El aprendizaje en dicho centro de arte enriqueció y diversificó su visión y su vocación como artista. En lo que respecta a la vocación de diseñador de Oscar estoy seguro que esta se exteriorizó y concretó en contacto con otros artistas, sobre todo, con modistos de la envergadura y el entorno de Balenciaga.

En 1954 me trasladé a París, a la Sorbonne, y pocos años después Oscar llegó a trabajar con Lanvin Castillo en esa ciudad. Quiero antes que nada, resaltar un aspecto humano de Oscar. En 1963 Francisco –Chito- Henríquez, Marcio Mejía Ricart, Vinicio Calventi, Diego Bordas, José Ricardo Feris Iglesias y otros fuimos deportados de Santo Domingo a París un 26 de febrero por el Consejo de Estado. Al enterarse Oscar a través del periódico parisino Le Monde de nuestro exilio me fue a buscar a Montparnasse, donde yo había vivido ocho años en mi época de estudiante, para decirme: «ven, vamos para mi casa, porque a ti te apresaron en la calle, tú no tienes ropa y estamos en invierno». Y me abrió su closet diciéndome: «toma lo que quieras de ahí».

Era un amigo de esa naturaleza. Cuando los dominicanos estudiantes en París necesitaban hacer un regalo a una novia o a algún familiar acudían a mí, sabiendo que yo era amigo de Oscar. Y Oscar siempre tuvo las puertas abiertas para ponerles precios de regalo a los pañuelos y otros objetos de esa tienda de alta costura que era Lanvin Castillo.

LFR: ¿Cómo era el Santo Domingo de los años cincuenta del siglo pasado?

HTD: Era una ciudad capital de un país en el que todavía predominaban muchos hábitos y criterios subdesarrollados. Por ejemplo, la concepción generalizada sobre los derechos de la mujer eran muy escasos. País pequeño, donde los siglos del colonialismo habían dejado una huella profunda desde el punto de vista de muchas costumbres y comportamientos sociales.

LFR: Y hablando de amigos, usted que tuvo la suerte y el privilegio de disfrutar de esa amistad y estoy seguro de que tuvo la oportunidad de tener conversaciones largas, profundas con Oscar de la Renta con respecto a la realidad dominicana, sobre todo en ese momento cuando fue deportado, llega allí cuando hay una situación política difícil en el país. ¿Cuál era la ideología de Oscar de la Renta? ¿Cómo usted lo definiría?

HTD: Oscar era un hombre de equilibrio, un demócrata. Creía en las libertades tradicionales, en la igualdad del ser humano, en las elecciones libres. Creía en la participación interdependiente de los poderes del Estado. Él en esas cosas no intervenía con actitudes políticas. Eso no lo exteriorizaba. A él le interesaba colaborar de manera positiva y así lo hacía siempre. Por ejemplo, él podía contribuir con cualquiera de los gobiernos que estuviera en el poder en ese momento sin hacer política partidista, sin esperar nada como compensación. Yo fui ministro de Relaciones Exteriores y Oscar de la Renta abrió muchas puertas al Gobierno dominicano, sobre todo en los Estados Unidos. Yo soy testigo de esas acciones al más alto nivel, pero él no buscaba nada para sí.

Y para hablar de su falta de pruritos sociales sólo hay que recordar que cuando estaba de vacaciones Oscar jugaba todos los días dominó con sus ayudantes y trabajadores. No tenía, en ese sentido, ningún tipo de pretensión. Era un hombre capaz de hacer amigos íntimos en todos los niveles sociales. Oscar era una persona espontánea y generosa y en la expresión de esas virtudes no tenía exclusividades. No estaba limitado por criterios sociales deleznables. Disfrutaba de todo y era sensible a todo lo que ofrecía la vida. Yo creo que una de sus características más importantes, que lo define como un gran personaje, era su orgullo como dominicano. Nunca primó sobre su nacionalidad la fama internacional que lo distinguía. Es cierto que Oscar reafirmó y afinó su vocación en el extranjero, al contacto con culturas y nacionalidades diferentes, pero el éxito que se labró no le hicieron olvidar que provenía de un país con un perfil propio, país con una serie de atrasos, de problemas, pero un país al mismo tiempo con una personalidad creada a través de su heroica historia.

Además, Oscar se dio cuenta de que lo dominicano formaba parte de la región antillana y que ese origen entrañaba toda una cultura y una tradición. Eso le permitió valorar con más atención las singularidades de los países que integran nuestro planeta, comprendiendo a cabalidad que todas las culturas ofrecen no pocos aspectos que contribuyen a perfeccionar la civilización mundial.

Ese conocimiento plural definía a Oscar como un artista universal. En una retrospectiva de su obra en la que yo estaba presente, se podían encontrar en sus diseños aspectos de la dominicanidad y de otras peculiaridades de otros pueblos. Es decir, en Oscar hay que ver al dominicano y, al mismo tiempo, a un creador capaz de comprender a cabalidad las esencias de las expresiones culturales de los demás países. A su innata creatividad, a su originalidad, a su inspiración sabía nutrirlas y multiplicarlas con ese conocimiento polifacético, renacentista.

LFR: Entonces la pregunta concreta debe ser: ¿Cuál era la República Dominicana que soñaba Oscar de la Renta?

HTD: Es difícil definir cuál era la República Dominicana con que soñaba Oscar. Pero creo que, conociéndolo, siempre soñaba con ayudar en todo lo que favoreciera al mejoramiento de su país. En este sentido se puede poner un ejemplo ilustrativo. Si existe una institución que merece todos los aplausos es el Hogar del Niño, en La Romana. Esa es una obra social que, desgraciadamente, pocos dominicanos conocen.  Y esa es una obra que rinde una labor formidable en beneficio de los niños. Sus creadores son Oscar de la Renta y Xiomara Dájer de Menéndez.

LFR: ¿Qué usted recuerda que le gustaba comer a Oscar de la gastronomía criolla?

HTD: Oscar fue un hombre que permaneció prácticamente toda su vida adulta fuera del país, es decir, que pudo haber sido, como lo son otros, un poco esnob en ciertos aspectos. Pero todo lo contrario, hay que decir que Oscar era una persona que si bien es cierto apreciaba la gastronomía en general, los grandes platos de la cocina universal, era, al mismo tiempo, un dominicano convencido de las bondades de la cocina criolla. Se puede poner como afirmación de lo dicho que le gustaba, como al que más, el arroz con habichuelas y el concón. Oscar era persona de buen apetito.

LFR: Ese Oscar de la Renta tan dominicano, ¿cómo cree usted que está presente hoy?

HTD: No solamente a mí sino a mucha gente les hace falta Oscar porque era un hombre que se interesaba por el país y que siempre apoyaba los proyectos en beneficio de los grupos más desvalidos. Yo creo que a todos los que lo conocimos, de nuestro país o del exterior, les hace falta Oscar.

Era una persona encantadora, un encantador de serpientes como suele decirse. Se puede dar testimonio que Oscar llegaba a un sitio, verbigracia a una determinada celebración y existiera o no un conjunto musical, en algún momento comenzaba a tararear una canción e iniciaba una noche de fiesta. Yo lo vi más de una vez haciendo dúos espontáneos de boleros con Julio Iglesias o cantando con un trío en Punta Cana o en la ciudad de Santo Domingo.

LFR: ¿Qué era lo que más le gustaba del país?

HTD: Tengo con mi esposa una casa en Rancho Arriba. Oscar me llamaba por teléfono y me decía «prepárame un chivo guisado o un ovejo en la caja china, que voy con un grupo de amigos» y se aparecía en un helicóptero. En esa visita te dabas cuenta como amaba el paisaje. Cuando nos visitaba en Rancho Arriba a Sarah y a mí nos expresaba: «Esto es Shangri-La». Te dabas cuenta cómo interesaba a los amigos por las plantas endémicas de país, por la flora en general. Y cualquier objeto folklórico dominicano, que tuviéramos como decoración, lo tomaba y lo enseñaba a los amigos como algo valioso culturalmente, como algo original.

LFR: ¿Cómo cree que Oscar está presente hoy? ¿Cuál es su legado?

HTD: Oscar es un personaje difícil de olvidar. Y esto no solo por su condición de amigo entrañable, sino también porque era una personalidad internacionalmente admirada y reconocida. Y esa admiración y ese reconocimiento los aprovechaba él para difundir las virtudes y las bellezas de lo dominicano. Un amigo de esa naturaleza siempre deja un legado positivo.

Santo Domingo, República Dominicana. 2018

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