En 1969, Oscar de la Renta adquiere la nacionalidad estadounidense. Un año antes, en 1968, abre su primera tienda en la ciudad de Santo Domingo. Trasladarse y asimilar otra ciudadanía al mismo tiempo que mantenerse vinculado a su comunidad originaria, hizo de él un paradigma del sujeto migrante transnacional. Pudo hacer converger diferencias en complementos, conjugando los distintos lugares a los que perteneció o pudo solo haber pasado. Anna Wintour, al referirse a esta facilidad de adaptación comentó que “Oscar se sentía en casa dondequiera que estuviera”.
Hay aspectos que funcionan como catalizadores de la relación del diseñador con los sitios que habita: uno de estos refiere a la estructuración de campos sociales representativos del lugar de acogida y el otro a su reconocimiento como parte de dicha construcción social. Así, Nueva York funciona como ciudad que cataliza sus potencialidades y amplía su rango de acción. Enfatiza este vínculo su participación en la Batalla de Versalles en 1973 como diseñador norteamericano y la predilección de muchas primeras damas estadounidenses por sus diseños.
Desde su llegada, la relación de Oscar con Nueva York fue crucial. En esa urbe generó algunas de sus más grandes amistades y muchos de sus socios profesionales. Los neoyorquinos lo acogieron también con mucha afectividad, tanto así que Oscar fue poco a poco convirtiéndose en figura indispensable del paisaje social de la gran urbe.
Oscar se reconoció siempre como dominicano y también como un diseñador norteamericano. El Caribe fue su base fundacional, Europa su pilar estructural y Nueva York el lugar donde se plantaron y ampliaron los muros profesionales. Oscar nunca estuvo en posición de bipolaridad en términos territoriales, sino que fue un ciudadano del mundo, estableciendo puentes y alimentando de mundo a lo regional y de regional al mundo.